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25 de agosto de 2013

Aromas Café Bar. Murcia, 24 de agosto de 2013.

Ayer, de buena mañana, nos dirigimos con el digno objetivo de desayunar a una de las zonas más turísticas de Murcia, la Plaza de las Flores. Esta plaza, un verdadero imán para las carteras de los visitantes, es de esos sitios que te cita a la mínima ocasión todo aquel que alguna vez ha venido a Murcia, por esa extraña cualidad que tenemos los turistas de visitar las zonas con menos encanto de las ciudades. Nosotros nos quedamos en la plaza de al lado, la de Santa Catalina. Lo dicho de la anterior bien se podría aplicar a esta.


Al fondo de la plaza tenemos la parroquia de Santa Catalina, con los figurantes habituales de las puertas de las iglesias, a un lado un par de bares y al otro un Foster´s Hollywood junto al museo Ramón Gaya, nuestro pintor local más famoso, que a fuerza de metérnoslo por las orejas quieren hacernos creer que puede ser bueno;  particularmente su pintura la considero sin ningún interés. Pues en este lugar, además de la fauna habitual que lleva consigo los turistas, tenemos el sitio que elegimos para desayunar, una cafetería de las que hay muchas en todas las ciudades, estilo Café di Roma, con esa decoración estándar llena de referencias excesivas al café y con sacos cafeteros estratégicamente colocados. Elegimos la terraza, pero el interior  también parecía agradable.


Cuando llegamos, la terraza estaba vacía, pero se llenó rápidamente. Tardaron poco  en atendernos,  vino una camarera amable, que parecía novata por la forma insegura en la que llevaba la bandeja, más propia del juego del huevo. Sonaba de fondo el canon de Pachelbel, esa melodía horrible que en mi mente va asociada a José Luis Garci, en una versión de caja de música que me hizo añorar por un momento a algún gitano con el teclado portátil que pudiera borrar de un plumazo toda cosa audible a 2kms a la redonda. Pedimos café con leche y tostada con tomate; somos así de originales. El café estaba aceptable y el pan comible. Las sillas bastante cómodas y las mesas con la altura adecuada. 


PUNTUACIÓN:
ENTORNO 6 SERVICIO 7 CALIDAD 6 PRECIO 2,20€

20 de agosto de 2013

Maite Confiteria&Brunch Thader. Murcia 17 de agosto de 2013


Ir a un centro comercial murciano en ciertas fechas y a cierta hora puede suponer entrar en contacto con una cantidad ingente de personas, lo que a personalidades poco dadas a las multitudes como la de G y la mía resulta, en ocasiones, inquietante. Es por ello que nuestros desayunos en Maite Confiteria&Brunch Thader suelen celebrarse los domingos. En ese día de la semana el vasto aparcamiento casi vacío, los escaparates apagados, las sillas y mesas de las terrazas amontonadas en el interior de los restaurantes cerrados o las escaleras mecánicas en funcionamiento pero sin transportar a nadie proporcionan a nuestro paseo matutino un aspecto de fin del mundo que nos encanta, sobre todo cuando descubrimos que, afortunadamente, Maite ha sobrevivido al apocalipsis y nos espera con su agradable terraza de sillas metálicas rojas y su mostrador repleto de bollería variada. En esta ocasión, no obstante, el desayuno ha tenido lugar un sábado, pero se trata de un sábado de mediados de agosto, algo que en Murcia significa despoblación masiva.
Por seguir con la imagen, los pocos supervivientes de la catástrofe ocupamos cuatro o cinco mesas y nos acercamos educadamente a la barra para solicitar nuestros cafés. No suelo tener dudas a la hora de pedir el acompañamiento de mi café con leche, pero aquí siempre me asalta la tentación de elegir una palmera de dimensiones teratológicas o una napolitana de chocolate de aspecto deliciosa. A veces cedo a la tentación, para después arrepentirme de no haber pedido la saludable tostada, pues lo que parecía delicioso resulta no ser tal. Por ello, esta vez opto por la tradicional combinación de café con leche (con sacarina, por favor) y media tostada con tomate. G cambia la tostada por una porción de bizcocho chocolateado. Aunque se pide en la barra, la camarera, que es correcta, pero no simpática, lo lleva todo a la mesa. Primero el café, con no uno, sino dos sobres de sacarina para cada uno; momentos después, el bizcocho, la tostada, el cuenquito con tomate rallado, la aceitera y el salero. De todo ello, destaco por su excelente diseño la aceitera, que tiene un sistema para recoger esas últimas gotas de aceite que quedan en el borde después de servirte e impedir que chorreen por todo el exterior del recipiente, creando un tacto, obviamente, aceitoso y, en mi opinión, asqueroso. Todo está bueno, el café en especial. Encuentro mi tostada un tanto pequeña, pero está en su punto de tostado. G disfruta de su bizcocho, aunque a posteriori lo describe con la lítotes "no exquisito".
Por otro lado, no me gusta que nuestro servilletero ande escaso de servilletas. Un rápido vistazo a las mesas vecinas me permite comprobar que están todos en la reserva. Esta escasez contrasta con la abundancia de sobres de sacarina y azúcar a disposición de los clientes en la barra, abundancia que descubrimos cuando nos presentamos de nuevo ante el mostrador de bollería para pagar la cuenta. Los sobres se encuentran metidos en unos recipientes con forma de flor que no se encontrarían en ningún otro lugar que no fuera una confitería-cafetería. Este tipo de locales tienen unas normas estéticas propias, con elementos sacados de una panadería de barrio o del salón de la abuela y con esa luz amarillenta que yo veo en todos ellos, aunque Maite Confiteria&Brunch ha hecho un esfuerzo por actualizar su estilo y adoptar un toque "industrial" que a mí me agrada, aunque por el camino haya perdido la tilde de "confitería". La modernización, por supuesto, se paga: nuestro desayuno tiene el absurdo precio de 5,29€.

PUNTUACIÓN:
ENTORNO 8 SERVICIO 6 CALIDAD 7 PRECIO 2,64€

15 de agosto de 2013

Drexco. Murcia, 15 de agosto de 2013.

Como todos los años en estas fechas, hemos cumplido con la tradición sagrada en esta casa de salir a pasear de buena mañana por la ciudad. Caminar por Murcia un 15 de agosto es caminar por una ciudad semidesierta, poblada por ciudadanos extraños y por turistas despistados. Este año, con un poco más de ambiente, no sabemos si por cosas de esa palabra que le daba tirria a Zapatero, o porque la gente ha descubierto que es un coñazo estar todo el día con arena en los pies. Más de la mitad de los viandantes eran escandinavos que mapa en mano deambulaban haciendo fotos a cosas insospechadas. Supongo que esos nórdicos han venido buscando una tranquila y soleada zona del sur, huyendo de sus Sarah Lund y de sus paisajes desolados propicios para esas novelas negras con asesinatos tan terribles. No saben estos pollos que en esta tierra han pacido también personajes ilustres como el asesino de la katana, la parricida de Santomera, o Nanysex.
Ah, sí, lo del desayuno. Hoy hemos ido al Drexco, una cafetería de toda la vida, cuando digo toda la vida me refiero desde que el hombre inventó la rueda hasta ahora, situada en la calle Trapería. La cafetería es agradable, donde puedes pasar un rato tranquilo pensando en la inmortalidad de Camilo Sesto, sin que nadie te moleste y poblado de su fauna habitual: camareros que saben lo que hacen, sin resultar empachosos, abuelos con pensión por encima de la mínima y turistas sentados en la terraza enseñando sus calcetines a los paseantes.
Hemos pedido café con leche con sacarina, Ana con croissant plancha y yo con bizcocho casero, que han traído rápidamente, sin olvidar la sacarina. El café que hacen aquí me gusta bastante, el mismo café Salzillo que tienen en muchos otros sitios de Murcia, pero aquí, no sé si por la mano maestra o por la maquinaría disponible, mejora bastante. El bizcocho casero, de muy buena textura y sabor, aguantando bien un chapuzón en el café con leche, y el croissant de Ana, al parecer, también satisfactorio.

PUNTUACIÓN:
ENTORNO 8 SERVICIO 8 CALIDAD 8 PRECIO 2,80€

Cuatrocientos. Murcia, 14 de agosto 2013.


Esta mañana hemos salido algo tarde a desayunar. Ya serían las 11 cuando nos hemos sentado en la terraza del Cuatrocientos, en la plaza de la Universidad. Un buen toldo nos protegía del sol que empezaba a calentar más de lo que nos decían que iba a calentar en este verano que no iba a ser tal. Un camarero joven se ha acercado a nosotros a los pocos segundos (no había más clientes en la terraza en ese momento) y ha tomado nota mental de nuestra comanda: dos cafés con leche (con sacarina, por favor) y dos medias tostadas con tomate. 
Las mesas de la terraza no son especialmente bonitas, pero sí cómodas, cortesía de Cocacola o una marca similar. En las servilletas se lee un genérico "Gracias por su visita" y hay un menú plastificado y aún no muy estropeado en el que se recoge una amplia variedad de tapas y bocadillos de precios moderados, aunque precisamente la riqueza de su oferta y lo reducido del tamaño del menú hace que su lectura detallada sea algo poco apetecible. Echo de menos la aceitera que suele verse en las mesas de los bares a la hora del desayuno y empiezo a temer que no le esté permitido al cliente aderezar sus propias tostadas. Con adecuada diligencia, el camarero vuelve a los pocos minutos con sendos cafés, de aceptable tamaño, y los deposita frente a cada uno de nosotros, desayunantes tardíos, sin pronunciar ni una palabra, lo cual me incomoda un poco, porque me da la impresión de decir "gracias" a una persona que no tiene mucho interés en la tarea que está realizando. Me fijo en que, al dejar el café ante mí, en la cara interior de su muñeca lleva tatuados dos nombres: uno es Samuel y del otro no me acuerdo. Pienso en si serán sus hijos y me sorprendo rechazando ligeramente a esas horas del día el toque canalla que aún atribuyo a los tatuajes. Se ha acordado de traer sacarina con el café. Las tostadas llegan sólo unos instantes después, confirmando mis temores: vienen ya preparadas con la mezcla de tomate, aceite, sal y un poquito de orégano extendida por encima. Prefiero hacer yo esa tarea, aunque en el proceso se enfríe la tostada. Otro defecto lo encuentro en el tipo de pan empleado: rebanadas de pan, tal vez integral, en lugar de un bollo o porción de una barra partido en dos. En cuanto al sabor, el café está bien y las tostadas, un poco escasas de tomate, pero aceptables. 
El lugar nos hace repetir opiniones que ya hemos expresado con anterioridad muchas veces relativas a la fealdad de la plaza y a lo rentables que resultan las copisterías próximas a una universidad. Una pareja mayor se sienta en una mesa cercana a la nuestra y, sin que ello tenga nada que ver, nos levantamos para irnos. G entra en el local para pagar y yo observo desde fuera que el interior no tiene mal aspecto, aunque tampoco me atrae lo suficiente como para echar un vistazo más de cerca. El precio de ambos desayunos asciende a 3€.
PUNTUACIÓN:
ENTORNO 6 SERVICIO 6 CALIDAD 5 PRECIO 1,50€