S me recoge este domingo en Espartaco, como es habitual cuando quedamos para desayunar en Cartago, y me lleva a Tentegorra. Escoge este sitio porque es domingo y dónde vamos a ir si no. Mientras nos dirigimos allí contemplamos los arcenes repletos de caminantes y corredores vestidos de Decathlon y hablamos de la Cosmopista. Aparcamos junto a la entrada del parque, a escasos metros del Bar del Miguel, nombre por el que es conocido el establecimiento, que tan sólo dispone de un cartel anticuado donde se lee BAR. Se trata de una construcción destartalada ubicada en un bosque de pinos, con varias mesas desperdigadas entre los árboles y con bancos encadenados a ellas barnizados quién sabe cuántas veces. Pero, en general, mola. S estornuda de manera regular porque el polen le produce alergia, pero no me da pena, pues, sabiendo que sucedería, ha elegido voluntariamente este lugar no sólo para nuestro desayuno en común, sino también para un aperitivo posterior con otras personas.
Aquí no hay servicio de mesa en la "terraza", de modo que, antes de sentarnos, entramos al chiringuito a pedir dos cafés con leche, con sacarina para mí por favor, y dos tostadas con tomate. Barra de formica con refuerzos metálicos en los bordes, cajas de botellines de cerveza apiladas, fotos descoloridas, bolsicas de patatas fritas, décimos de lotería, clientes leyendo el Marca con las gafas de sol apoyadas en la frente y, dominándolo todo, un olor a michirones que haría las delicias de G e incluso las mías, si no fuera tan temprano.
Llegan los cafés con dos sobres de sacarina each. Uso uno y guardo los otros tres para cuando haya necesidad. Las tostadas tardan poco y el camarero, que tal vez sea Miguel, nos pide amablemente que las aliñemos en la barra para que la alcuza y el salero permanezcan bajo techo. Al contrario de lo que una podría esperar, la alcuza no está pringosa o, al menos, no tan pringosa como otras que he tenido que utilizar en sitios supuestamente cool. El salero es del modelo clásico, no rellenable, pero olvidé mirar la procedencia de la sal, cosa que siempre despierta mi interés. Miguel nos cobra 2'90€ por todo, el desayuno más barato de los que han quedado aquí registrados.
Con el café en una mano, la tostada en la otra y los libros de Cortázar en la cabeza, salimos al aire libre y nos sentamos en una mesa coja. Impido durante un par de minutos que S empiece a desayunar mientras fotografío la parte trasera del BAR, que necesita un remodelado urgente para suavizar su aspecto de chabola, pero que seguramente nunca tendrá lugar. De vez en cuando, el viento nos trae el olor a michirones. El café sabe bien en este contexto boscoso, pero la tostada se ha quedado fría en el traslado. En mi caso, además, está algo escasa de sal, aunque no le presto mucha atención porque S me está hablando del señor que cierra la Torre Eiffel por las noches y de cómo piensa organizar sus próximos 4 años.
Antes de regresar a Espartaco, damos un rodeo por las casas de Tentegorra para ver la Cosmopista en su retiro de invierno. ¡Qué bonita es! Ojalá nos lleve pronto a sitios remotos donde podamos desayunar al amanecer y escuchar vinilos en tocadiscos a pilas.
PUNTUACIÓN:
ENTORNO 7 SERVICIO 7 CALIDAD 6 PRECIO 1,45€
Es el mejor sitio que conozco. Nadie anda mirando a nadie por encima del hombro, y gracias a lo destartalado que está, que por cierto es fantástico, no tienes que andar con cuidado por si estropeas algo.
ResponderEliminarResumiendo, natural como la vida misma...