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30 de noviembre de 2014

Il Baretto. Murcia, 15 de noviembre de 2014.

Procrastinando uno de estos días en el abismo insondable de la red, encontré algunos blog murcianos que se dedican al noble arte de alabar y repartir un poco de estopa, sin pasarse, a los lugares que abundan en la ciudad dedicados a facilitarnos esa actividad que nos gusta tanto, que es la de zampar como si no hubiera mañana.
Sospechando como hay que sospechar de este tipo de blogs, no se puede uno fiar de alguien que pierde su tiempo en escribir este tipo de futilidades (debe de haber algún circulo de Dante dedicado a acoger a estas personas, solo superados por los que cuelgan en Instagram la fotito del desayuno), en varios de ellos leí reseñas alabando el café de una bar italiano en el murciano Barrio de San Antón. Tomé nota mental y lo dejé ahí aparcado en un hueco del cerebro, al lado de “los pulpos tienen 3 corazones” y este tipo de trivialidades que te sirven para quedar como un listillo.
Amanece lluvioso, lo cual siempre anima, por lo menos si eres de Murcia. Así que como estoy un poco harto del pan de pipas de calabaza del Mercadona, le propongo a Ana que vayamos al sitio previamente guardado en el rinconcito de los sitios por visitar, con la promesa por mi parte de volvernos al terminar el desayuno y no enredarla en algún plan perverso para perder la mañana sin dedicarle ni un minuto al de Queronea.
El barrio de San Anton no es mi sitio favorito de la ciudad ni mucho menos, es el típico lugar en el que siempre pienso que no me gustaría vivir, pero allá vamos. Aparcamos en la puerta de la Escuela de Idiomas y cruzamos esa rotonda espantosa que han plantado para facilitar el acceso-salida de la ciudad. Enseguida encontramos la cafetería en una placita frente a una librería-papeleria-mercería (supéralo si puedes). Me sorprende lo pequeño que es Il Baretto, no es lo que esperaba. Pillamos sitio en la terraza. Solamente tienen 3 mesas fuera. El interior, visto desde fuera, que podría ser acogedor, me resultó un tanto desaplacible.

Enseguida vino una camarera bastante simpática, que no parecía italiana, y seguro que no lo era. Nos explica la diferencia entre una tostada genovesa y una tostada napolitana y nos decidimos a pedir ambas, con la idea de compartir. Además de las tostadas, pedimos sendos cafés con leche, con sacarina por favor. La carta la tienen expuesta en las paredes del interior, así que no puedo decir lo que ofrecen, ya que no puse un pie dentro. Ana fue la enviada especial a la barra y comentó que tienen variedad en especialidades italianas de café y en acompañamientos también típicos italianos.
Melchiorre, el maestro cafetero, una especie de Albano, es el que está detrás de la barra preparando con entusiasmo el producto para la clientela. Lo veo actuar a través de la ventana que da al exterior y se utiliza para recoger los pedidos, ya que como bien avisa un cartel, no sirven en las mesas. A una voz con acento italiano acudo a la ventana a recoger nuestro desayuno.
A los cafés con leche les pongo la sacarina de un bote que tienen a mano para tal menester. La tostada genovesa viene con panceta, salsa pesto y aceite; con sabor bastante peculiar, es diferente a los que estamos acostumbrados a echar sobre el pan y me resultó placentero. La napolitana consistía en salami de Milán con una base de tomate; estaba simplemente deliciosa. El café con leche, café italiano Blackzi 100% arábica, estaba bueno, pero tampoco difería en mucho de otros tantos que te puedes encontrar en cualquier sitio que se preocupen un poco por servir algo decente. Sí que es verdad que un café con leche es algo sin mucho misterio, tendremos que volver otro día a probar alguna de las especialidades que tanto alaban de este lugar.

Como estaba empezando a chispear, recogimos los bártulos. Ana le pidió un vaso de agua a Albano, que le pasó una garrafita de agua para que se sirviera ella misma, y nos fuimos hacia el aparcamiento, cumpliendo la promesa de volver a casa.

PUNTUACIÓN:
ENTORNO 4 SERVICIO 5 CALIDAD 7 PRECIO 2,80€

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