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4 de noviembre de 2014

Sanpas. Madrid, 20 de septiembre de 2014

Como, en general, nos gusta más para desayunar el barrio que el centro ciudad, esta mañana en Madrid decidimos quedarnos en Sanpas en lugar de ir a La Central o algún otro sitio similar, porque nos ahorramos la pose intelectual y, además, podemos detenernos a contemplar la Casa-Loncha, una de las construcciones más divertidas que conozco.
¿Habitarán lonchas de personas la Casa-Loncha?
A no ser que estemos bajo los efectos de una ola de calor africano, el desayuno en Madrid consiste en churros con café. Y con esa idea entramos en Sanpas. No sé si será una cafetería frecuentada durante los días de diario. Nuestras visitas suelen producirse en fines de semana o festivos y lo cierto es que la clientela no abunda. Al entrar uno ha de decidir si se acoda en la barra o si pasa a un saloncito separado con biombos de la zona de bar con mesas y con televisor propio. Nosotros optamos por lo primero y, tras rechazar la idea de sentarnos en taburetes, aguardamos de pie y con la mirada fija en el camarero a que se acerque para preguntar qué queremos tomar. A pesar de que lo miramos con la insistencia de los niños de El pueblo de los malditos, pasa bastante de nosotros y sólo al cabo de un rato toma nota mental de nuestra solicitud de desayuno: café con leche, con sacarina por favor, y churros.
Mientras esperamos, ojeo con curiosidad la carta de tapas, raciones y bocadillos. La oferta es rica, no puede negarse, y el menú plastificado está iluminado todo alrededor con fotografías coloridas y bastante bien hechas de lonchas de jamón, sandwiches y raciones de calamares. Todo el texto es bilingüe. Los palillos, por otro lado, situados en un bote junto al servilletero, no son torneados sino planos, algo que un sitio con menú en inglés y a todo color no debería permitirse.
Recibimos nuestro café y tres sobres de sacarina para repartir. Esto es, tocamos a sobre y medio de sacarina granulada per capita. Usamos solamente dos y guardo el tercero en el bolso para eventuales emergencias glucósicas. Junto a los cafés obtenemos dos raciones de churros fríos, según costumbre local.
El café, más grande de lo normal, está bueno y muy caliente. En cuanto a los churros, los como con gusto porque soy fan del producto, pero resultan fáciles de olvidar, por usar un eufemismo.
Churros apilados desde su fritura
Dado que G y yo no mantenemos una conversación absorbente esa mañana, me dedico a observar a una camarera, que, encaramada en lo alto de una escalera detrás de la barra, limpia los espejos que recubren la pared. Me parece tarea tediosa y agotadora de brazos, pues debe mover cada uno de los vasos, copas y botellas que se apilan en los estantes de la pared espejada para poder limpiar. No obstante, la realiza con buen ánimo e incluso bromea con un cliente joven que entra a pedir bocadillos take away acerca de un supuesto pasado como gogó en una discoteca. Por su parte, el camarero que nos ha atendido dispone innúmeros platillos sobre un expositor y coloca sobre ellos sobres de azúcar y cucharillas, creando sonidos melodiosos. No creo que haya necesidad de tener preparados tantos platillos, pues la clientela, como se ha indicado antes, brilla a estas horas por su ausencia. Más bien es de esos camareros que no puede parar quieto. Apenas dejo la carta abierta junto a mí sobre la barra y aparto de ella mi mirada, viene corriendo a doblarla y a colocarla en su sitio de nuevo, vertical entre el expositor y el dispensador de servilletas. Luego, sólo por fastidiar, vuelvo a cogerla y a dejarla sobre la barra. Porque tiene mucho azogue para colocar sus cositas del bar pero poco para preguntarnos qué queremos tomar.
Pedimos la cuenta y, como era de esperar, muestra un marcado desinterés. Prefiere atender a una familia que acaba de llegar y ante la cual acude raudo. ¿Nos despreciará acaso por nuestro origen sureño? Finalmente, se digna a decirnos que la cuenta suma 4,80€. Le alargamos un billete de 5€ y por supuesto que nos quedamos a esperar la vuelta. De todos modos, y aunque pueda parecer que la experiencia ha sido negativa, supongo que repetiremos en cuanto tengamos oportunidad en Sanpas: la Casa-Loncha merece la pena.
PUNTUACIÓN:
ENTORNO 5 SERVICIO 3 CALIDAD 6 PRECIO 2,40€

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