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22 de noviembre de 2013

Breakfast Club. Londres, 2 de noviembre de 2013.



Me ha vuelto a pasar, no he podido dormir bien a causa de la almohada. A pesar del colchón de última generación, loado con amplio folleto en el lugar donde anteriormente había un cenicero, la dichosa almohada me ha fastidiado el descanso. Tendré que empezar a viajar con la mía a todas partes; me dará un toque sibarita.

Ana parecía dormir y aunque era bastante temprano, no me apetecía dar vueltas en la cama. No me he complicado mucho y he puesto la tele. De repente, en medio de una sucesión de canales con datos del tiempo, casas de empeños y resultados de la Premier, ha aparecido la siguiente noticia: según comentaban, habían encontrado en el cementerio londinense de Highgate a un canguro dando saltos ante la tumba de Darwin.  Esta jugarreta de la evolución me ha emocionado tanto, que a punto he estado de despertar a Ana para contárselo.

Bajo cielo sombrío, después de las laboriosas tareas con las que tenemos que penar los humanos al levantarnos, nos dirigimos al lugar de desayuno. El sitio está muy cerca, a escasos cinco minutos. Como vamos con tiempo y no queremos ser los primeros, damos antes un paseo por el barrio de Whitechapel, la zona donde Jack el Destripador cometió la mayoría de sus asesinatos. Como expertos riperólogos que somos, buscamos el lugar del asesinato de Mary Jane Kelly, su última victima canónica, actualmente un triste y gris aparcamiento. Una asociación de ideas cruel nos hace pensar otra vez en el desayuno.

Hoy vamos a The Breakfast Club, al lado de Old Spitalfields Market. Este mercado, abierto todos los días y uno de los más conocidos de Londres, alcanza su cenit hipster los domingos cuando también abre el cercano mercado de Brick Lane y las bicicletas, las martens, los skinny y las ensaladas toman las calles.

Llegamos a las 09:10, la mitad de las mesas están ocupadas. Diez minutos después ya hay cola para entrar. El lugar, vagamente iluminado, es acogedor y lleno de detallitos por todas partes.  Los camareros, acorde con el lugar: una, la más guapa, con el pelo plateado, jersey de angora rosa y leggings con dibujos de gominolas;  otra, la amable chica que nos trajo los cafés, una especie de Pippi Langstrumpf, antes de dedicarse al porno; y la tercera, con pinta de expresidiaria y una camiseta de la NASA; sin olvidarnos de la cuota oriental londinense habitual en todos estos lugares, que pasaba igual de desapercibida que los chicos camareros.

Pedimos, después de mirar y remirar la carta de desayunos  y las mesas vecinas,  hacia donde vemos pasar platos gigantescos. Ana se decide  por apple and cinnamon french toast, con un machiatto. Yo, olvidándome de la guerra contra los triglicéridos, de la sacarina, de mi delicado estomago y  hasta del hambre en África, pido huevos rancheros [weh-vohs-ran-chair-ohs](fried eggs, tortilla with melted cheddar, refried beans, chorizo, salsa, sour cream and guacamole) y un latte.


Le metemos mano a los desayunos, después de que Ana intentará quitarme el café, al percatarse de su mala elección, aduciendo la peregrina idea de que al estar mi café en su lado de la mesa pasaba a ser suyo. La profesora ha alabado sus tostadas francesas, rebanadas de pan bastante gruesas, con manzanas asadas y canela por encima, servidas en un plato hondo esmaltado y esportillado de estilo retro. Como los [weh-vohs-ran-chair-ohs] son demasiado heavys, hemos compartido los platos, las calorías y la cuenta. 

En general el sitio me ha gustado, pero no creo que sea para aguantar una cola. La famosa frase de Ibsen: "La mayoría nunca tiene razón", en la que creo como verdad absoluta, sigue siendo cierta. Si no me creéis, esperad a las próximas elecciones, y a las siguientes, y a las siguientes, …


PUNTUACIÓN:
ENTORNO 8 SERVICIO 8 CALIDAD 7 PRECIO 10,60 £

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