La conclusión feliz de un asunto burocrático que ha tardado casi tres años en resolverse resulta motivo más que suficiente para que decida celebrarlo con un desayuno en el Togo, local cercano a la Universidad situado en uno de los cruces más feos y sucios de toda Murcia, aunque a los clientes habituales poco nos importa.
El Togo permanece invariable en su aspecto desde que lo conocí. La puerta de entrada hace picoesquina y se abre hacia fuera, por mucho que me empeñe en empujar cada vez que voy. Tiene una barra en forma de U que encuentra su paralelo, elevado sobre nuestras cabezas, en un estante sobre el que reposan numerosas botellas de bebidas alcohólicas. Cuatro o cinco mesas de madera se alinean junto a las ventanas a un lado de la barra, el que yo frecuento. Ignoro cómo son las mesas al otro lado porque nunca me asomo ahí. La barra propiamente dicha también es acogedora, pero yo prefiero mesa+silla.
Como llego temprano, no hay más que un señor tomando café y leyendo el Marca. Lo recuerdo vagamente de mi etapa estudiantil, tal vez un conserje o un administrativo. Durante unos segundos le envidio porque tiene la posibilidad de venir aquí a diario a desayunar, si no le han recortado demasiado el sueldo. Y es que el Togo me gusta mucho. Tanto que tendré que luchar con mis prejuicios positivos a la hora de juzgar la consumición de hoy. Pero si lo mío es afición a este sitio, lo de mi amiga S es veneración. Siempre que viene a Murcia da por sentado que el lugar de encuentro será éste y finge sordera o pone cara de manifiesto desinterés cuando G propone alguna alternativa.
Como llego temprano, no hay más que un señor tomando café y leyendo el Marca. Lo recuerdo vagamente de mi etapa estudiantil, tal vez un conserje o un administrativo. Durante unos segundos le envidio porque tiene la posibilidad de venir aquí a diario a desayunar, si no le han recortado demasiado el sueldo. Y es que el Togo me gusta mucho. Tanto que tendré que luchar con mis prejuicios positivos a la hora de juzgar la consumición de hoy. Pero si lo mío es afición a este sitio, lo de mi amiga S es veneración. Siempre que viene a Murcia da por sentado que el lugar de encuentro será éste y finge sordera o pone cara de manifiesto desinterés cuando G propone alguna alternativa.
Esta mañana pido café con leche, con sacarina por favor, y media tostada con tomate. Mientras espero que me lo sirvan, echo un vistazo a las fuentes de comida con que los camareros van llenando los expositores: la ensaladilla ocupa la cabecera de la barra como lugar de honor; a continuación, y en estricto orden jerárquico, el revuelto de verduras, los flamenquines y trigres sin freír, los pinchos de carne ya especiados pero sin planchar, los rulitos de calabación, los champiñones rellenos... G, S y yo nos declaramos seguidores incondicionales de las empanadillas con ensaladilla del Togo, en honor de las cuales organizamos un merecido homenaje tiempo ha por su papel fundamental en la dieta del estudiante murciano, y desarrollamos desde hace años una ardua labor de captación de consumidores entre nuestros amigos y familiares de fuera de la región. Contemplando estos manjares me hallo cuando una camarera que no me resulta conocida me trae el desayuno al tiempo que grita: "¿Ves qué rápidos somos?". Respondo discretamente que sí lo veo y me dispongo a comer.
El café viene con azúcar y sacarina. Está bueno, pero lo recordaba mejor. La tostada está servida en un plato desproporcionado, demasiado grande para los dos trozos de pan que constituyen la media tostada. Supongo que se debe a que aquí no hay platos específicos para el desayuno y utilizan los destinados a contener las raciones de zarangollo o de patatas con longaniza. Los agujeros del salero no están obstruidos, pero el recipiente del aceite no funciona adecuadamente: al inclinarlo sobre la tostada algún problema, tal vez la ausencia de una entrada de aire, impide que caiga el aceite y el desayunante se ve obligado a agitarlo para lograr un chorro intermitente. No diré que es molesto, pero sí que debe solucionarse para una mayor comodidad. En cuanto a la tostada, mi decepción es máxima al constatar que se ha quedado fría con todo el ajetreo del aceite y, aún peor, que tiene consistencia chiclosa. Diré al menos que el tomate tenía buen sabor. Togo, ¿por qué me haces esto? ¿Do quedan tus tostadas calentitas y aplanadas por el grill? En medio de estas lamentaciones se abre la puerta y se me muestra la respuesta a mis preguntas: una caja repleta de pan reciente recorre el local empujada por un ser humano y pasa antes mis narices disgustadas. ¡Mi tostada era de pan de ayer! Podría tolerarlo si fuera más temprano, pero a las 9:45 es inaceptable.
El café viene con azúcar y sacarina. Está bueno, pero lo recordaba mejor. La tostada está servida en un plato desproporcionado, demasiado grande para los dos trozos de pan que constituyen la media tostada. Supongo que se debe a que aquí no hay platos específicos para el desayuno y utilizan los destinados a contener las raciones de zarangollo o de patatas con longaniza. Los agujeros del salero no están obstruidos, pero el recipiente del aceite no funciona adecuadamente: al inclinarlo sobre la tostada algún problema, tal vez la ausencia de una entrada de aire, impide que caiga el aceite y el desayunante se ve obligado a agitarlo para lograr un chorro intermitente. No diré que es molesto, pero sí que debe solucionarse para una mayor comodidad. En cuanto a la tostada, mi decepción es máxima al constatar que se ha quedado fría con todo el ajetreo del aceite y, aún peor, que tiene consistencia chiclosa. Diré al menos que el tomate tenía buen sabor. Togo, ¿por qué me haces esto? ¿Do quedan tus tostadas calentitas y aplanadas por el grill? En medio de estas lamentaciones se abre la puerta y se me muestra la respuesta a mis preguntas: una caja repleta de pan reciente recorre el local empujada por un ser humano y pasa antes mis narices disgustadas. ¡Mi tostada era de pan de ayer! Podría tolerarlo si fuera más temprano, pero a las 9:45 es inaceptable.
Aparto la mirada del pan y la dirijo al menú plastificado que hay sobre la mesa. En él se lee que el Togo ofrece todas las comidas que los nutricionistas recomiendan hacer al día: desayuno, aperitivo o almuerzo, comida, café o merienda y cena. Añade una sexta categoría que supongo eliminada de cualquier dieta saludable (si bien, después de Dukan, todo es posible): la categoría copas. Tal vez deba volver por la noche y darle otra oportunidad al Togo. S lo haría.
PUNTUACIÓN:
ENTORNO 5 SERVICIO 8 CALIDAD 4 PRECIO 1,80€