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28 de febrero de 2014

El Togo. Murcia, 21 de febrero de 2014.

La conclusión feliz de un asunto burocrático que ha tardado casi tres años en resolverse resulta motivo más que suficiente para que decida celebrarlo con un desayuno en el Togo, local cercano a la Universidad situado en uno de los cruces más feos y sucios de toda Murcia, aunque a los clientes habituales poco nos importa.
El Togo permanece invariable en su aspecto desde que lo conocí. La puerta de entrada hace picoesquina y se abre hacia fuera, por mucho que me empeñe en empujar cada vez que voy. Tiene una barra en forma de U que encuentra su paralelo, elevado sobre nuestras cabezas, en un estante sobre el que reposan numerosas botellas de bebidas alcohólicas. Cuatro o cinco mesas de madera se alinean junto a las ventanas a un lado de la barra, el que yo frecuento. Ignoro cómo son las mesas al otro lado porque nunca me asomo ahí. La barra propiamente dicha también es acogedora, pero yo prefiero mesa+silla.
Como llego temprano, no hay más que un señor tomando café y leyendo el Marca. Lo recuerdo vagamente de mi etapa estudiantil, tal vez un conserje o un administrativo. Durante unos segundos le envidio porque tiene la posibilidad de venir aquí a diario a desayunar, si no le han recortado demasiado el sueldo. Y es que el Togo me gusta mucho. Tanto que tendré que luchar con mis prejuicios positivos a la hora de juzgar la consumición de hoy. Pero si lo mío es afición a este sitio, lo de mi amiga S es veneración. Siempre que viene a Murcia da por sentado que el lugar de encuentro será éste y finge sordera o pone cara de manifiesto desinterés cuando G propone alguna alternativa.
Esta mañana pido café con leche, con sacarina por favor, y media tostada con tomate. Mientras espero que me lo sirvan, echo un vistazo a las fuentes de comida con que los camareros van llenando los expositores: la ensaladilla ocupa la cabecera de la barra como lugar de honor; a continuación, y en estricto orden jerárquico, el revuelto de verduras, los flamenquines y trigres sin freír, los pinchos de carne ya especiados pero sin planchar, los rulitos de calabación, los champiñones rellenos... G, S y yo nos declaramos seguidores incondicionales de las empanadillas con ensaladilla del Togo, en honor de las cuales organizamos un merecido homenaje tiempo ha por su papel fundamental en la dieta del estudiante murciano, y desarrollamos desde hace años una ardua labor de captación de consumidores entre nuestros amigos y familiares de fuera de la región. Contemplando estos manjares me hallo cuando una camarera que no me resulta conocida me trae el desayuno al tiempo que grita: "¿Ves qué rápidos somos?". Respondo discretamente que sí lo veo y me dispongo a comer.
El café viene con azúcar y sacarina. Está bueno, pero lo recordaba mejor. La tostada está servida en un plato desproporcionado, demasiado grande para los dos trozos de pan que constituyen la media tostada. Supongo que se debe a que aquí no hay platos específicos para el desayuno y utilizan los destinados a contener las raciones de zarangollo o de patatas con longaniza. Los agujeros del salero no están obstruidos, pero el recipiente del aceite no funciona adecuadamente: al inclinarlo sobre la tostada algún problema, tal vez la ausencia de una entrada de aire, impide que caiga el aceite y el desayunante se ve obligado a agitarlo para lograr un chorro intermitente. No diré que es molesto, pero sí que debe solucionarse para una mayor comodidad. En cuanto a la tostada, mi decepción es máxima al constatar que se ha quedado fría con todo el ajetreo del aceite y, aún peor, que tiene consistencia chiclosa. Diré al menos que el tomate tenía buen sabor. Togo, ¿por qué me haces esto? ¿Do quedan tus tostadas calentitas y aplanadas por el grill? En medio de estas lamentaciones se abre la puerta y se me muestra la respuesta a mis preguntas: una caja repleta de pan reciente recorre el local empujada por un ser humano y pasa antes mis narices disgustadas. ¡Mi tostada era de pan de ayer! Podría tolerarlo si fuera más temprano, pero a las 9:45 es inaceptable.
Aparto la mirada del pan y la dirijo al menú plastificado que hay sobre la mesa. En él se lee que el Togo ofrece todas las comidas que los nutricionistas recomiendan hacer al día: desayuno, aperitivo o almuerzo, comida, café o merienda y cena. Añade una sexta categoría que supongo eliminada de cualquier dieta saludable (si bien, después de Dukan, todo es posible): la categoría copas. Tal vez deba volver por la noche y darle otra oportunidad al Togo. S lo haría.




PUNTUACIÓN:

ENTORNO 5 SERVICIO 8 CALIDAD 4 PRECIO 1,80€

23 de febrero de 2014

Café&Té. Murcia, 15 de febrero de 2014.


Visto el malestar que causó entre algunos lectores mi humilde opinión sobre ese lugar tan querido por los murcianos como es La Plaza de las Flores y la pelotera que le han montado a Ana por uno de sus habituales "hirientes" comentarios (todos sabemos la mala leche que destila y lo ofensiva que puede llegar a ser) y ya que hoy vamos a otro lugar emblemático del panochismo, me limitaré a un comentario desteinado, para que nadie se pueda sentir ofendido, no es cuestión de tomar pesambre. Y dice:

Un dulce trinar nos despertó. La mañana se colaba por la ventana, la luz filtrada por la cortina creaba un ambiente relajante casi de bosque élfico. Después de abrazarnos incontables minutos mientras observábamos un cielo maravilloso poblado de nubes lenticulares, decidimos salir a disfrutar del extraordinario día que se nos ofrecía. Hoy no hay dudas, iremos a ese lugar  tan maravilloso que es la Plaza del Cardenal Belluga en pleno centro de Murcia.

Después de un agradable paseo en coche departiendo sobre política mundial e intercambiando opiniones sobre “Kritik der reinen Vernunft”, aparcamos, damos la habitual propina al dicharachero gorrilla, y trasladamos nuestro amor hasta el lugar elegido para el desayuno, a la vera de la catedral.




La iglesia y su plaza brillan y cualquiera de sus terrazas luce apetecible para degustar los alimentos. El ambiente en la plaza es espléndido, estamos rodeados de familias que van a misa, perros relucientes paseados por adolescentes saludables, algún que otro simpático loco que cabriolea entre las mesas y de algún que otro guiri atraído por nuestra bella ciudad. 
Nos decidimos por Café&Té. El servicio una maravilla. Un camarero con voz de contratenor nos da los buenos días y toma nota de el pedido mientras nos alaba la calidad del edificio Moneo. No puedo estar más de acuerdo.

Ana pide café con leche y media con mermelada y mantequilla. El pan recién hecho ha sido seccionado por una mano maestra, no cabe mayor precisión en el arte de cercenar chuscos. El café, digno de postrarse de rodillas mientras lo degustas, un sorbo te transporta a las montañas de Sumatra. Mi croissant, un éxtasis crujiente rebosante de esponjoso sabor a mantequilla, hace que cada bocado supere al anterior; una petit mort.

Lástima del puto perro de los cojones dando por culo alrededor de la mesa. Con ese jadeo interminable incrustándose en lo más profundo de mi cerebro, que me hace pensar en cometer un perricidio ante el palacio episcopal. El puto chucho se podía ir a la mesa de la inglesa de al lado con su jodida revista plastificada, con portada de One Direction, dándole vueltecicas. Honey, deja ya de escudriñar tu bonita compra, y ábrela de una puta vez, que me estas poniendo nervioso. O quizá el sabueso  podría morderle en la pantorrilla al camarero, para que se entere de que tiene que mirar a los clientes cuando les habla y no mirar al culo de las adolescentes, zapatos en mano, mientras me dice la cuenta.


En Fin. Un bonito día.


PUNTUACIÓN:
ENTORNO 8 SERVICIO 6 CALIDAD 5 PRECIO 2,30€

6 de febrero de 2014

Horno Carmen. Elche, 6 de febrero de 2014.

Una serie de sucesos se han producido esta mañana con consecuencias muy diversas y más o menos relevantes para la historia de la humanidad, tanto aquí en Elx como en el otro extremo del planeta. Por lo que a mí respecta, la consecuencia más palpable ha sido que me he encontrado con una hora libre a mitad de la mañana, lo que ha bastado para alegrarme el día. Dado que es muy de mi agrado pasear por el barrio, he aprovechado para realizar una caminata con dos paradas, a saber: compra de verduras en el mercadillo y desayuno en el recientemente inaugurado Horno Carmen.
Se trata de una panadería-cafetería sita en la calle donde G y yo morábamos hace unos años pagando un elevado alquiler, dicho sea de paso. Es una zona multikulti con mucho ajetreo matutino. En el rato en que he estado desayunando he visto pasar por la puerta acristalada del local a personas de nacionalidades muy diversas, abuelos desocupados y parlanchines, mujeres con su carrito rebosante de alcachofas, un par de alumnos huídos del instituto y hasta varias cajas de pollos desplumados transportadas por un señor a la carnicería de al lado.
El Horno Carmen procede de Santa Pola y ha llegado a Elx dispuesto a hacerle la competencia a mi adorada Espiga de Oro. Y debo decir que se trata de un gran competidor. Hay una abundancia y variedad de dulces hiperbólicas: croissants y magdalenas de tamaños e ingredientes diversos, con y sin relleno, donuts, rosquillas, berlinas, fartons, ensaimadas (normal y mini), empanadillas de calabaza y boniato, bretzels almendrados... Y eso sólo en la sección dulce, porque la salada, que constituye el 50% de la oferta, cuenta con panes que se multiplican como cosa milagrosa, napolitanas de york y queso, cocas variadas y hasta pasteles de carne. Algún día compraré uno para probar, aunque no tengo grandes esperanzas. Mi experiencia me obliga a precaverme de los pasteles de carne no fabricados en el municipio de Murcia. No obstante, llegado el caso, haré un juicio imparcial.
El local no es muy grande y prima la faceta de panadería sobre la de cafetería. De hecho, sólo cuenta con tres mesitas en un extremo que suelen estar ocupadas. Desde una de ellas veo la cafetera tras el mostrador pero poco más, no hay neveras para refrescos o zumos, al menos a la vista del cliente. El mobiliario es modernillo, así como la decoración: está bien iluminado, con lámparas de líneas sencillas, pero nada de tubos halógenos; en la pared junto a la que se alinean las tres mesas y en una columna tras el mostrador hay escritas nubes de tags con nombres de dulces y panes, ese recurso decorativo tan de moda últimamente. Este concepto se combina con elementos más tradicionales como el San Pancracio y su dedo alzado y los cupones de la ONCE colgando sobre la caja registradora.
Pido para desayunar un café con leche, con sacarina por favor, y un muffin de naranja. El café viene con su sacarina sin problemas, tal como se ve en la imagen, donde también se aprecia que las servilletas están muy mal colocadas en su dispensador. 
El muffin es sencillamente delicioso: jugoso, de tamaño adecuado para saciar el apetito mañanero, con pequeños trocitos de naranja confitada en su interior y cubierto por un papel naranja acorde con su contenido. A mi lado desayuna una familia feliz compuesta por papá, mamá, niña pequeña y peluche gigante de PepaPig que ocupa una silla como cada uno de los humanos que la rodeamos. Pronto se marchan los cuatro y me quedo a solas con los camareros/panaderos, que son tres y se reparten muy bien las tareas. Hay una chica que pone los cafés y atiende al público con diligencia y amabilidad moderada, es decir, justo lo que a mí me gusta. Al quedarnos solas tras la marcha de la familia me ofrece una bolsa de bollería del día anterior que está de oferta. ¿Habrán llegado a sus oídos las prácticas que C, P y yo llevábamos a cabo en la Espiga el año pasado? En cualquier caso, respondo muy digna que no la quiero y que me llevaré, cuando termine mi desayuno y mi observación del lugar y los hechos, bollería DEL DÍA para el fin de semana. El segundo empleado es un chico más bien joven que entra y sale de la trastienda sin otro cometido, me parece, que el de soltarle chascarrillos a las señoras que vienen a comprar el pan para lograr su fidelidad. El tercero, algo mayor, parece el jefe de la sucursal y habla con sus compañeros en ese valenciano de l'horta que yo nunca dominaré. Dado que yo no entro, por mi edad, en el grupo de señoras al que debe atender el empleado joven, es éste mayor el que decide darme conversación preguntándome si conozco los pasteles de carne, pues ha sentido curiosidad al verme hacer (yo creía que con disimulo) una foto. Tras explicarle que vivo en Murcia y que soy una de las mayores autoridades de la Región en ese producto, afirma con rotundidad que los de Horno Carmen están muy buenos. Ya veremos, ya...

PUNTUACIÓN:
ENTORNO 5 SERVICIO 8 CALIDAD 8 PRECIO 2,25€