Ir a un centro comercial murciano en ciertas fechas y a cierta hora puede suponer entrar en contacto con una cantidad ingente de personas, lo que a personalidades poco dadas a las multitudes como la de G y la mía resulta, en ocasiones, inquietante. Es por ello que nuestros desayunos en Maite Confiteria&Brunch Thader suelen celebrarse los domingos. En ese día de la semana el vasto aparcamiento casi vacío, los escaparates apagados, las sillas y mesas de las terrazas amontonadas en el interior de los restaurantes cerrados o las escaleras mecánicas en funcionamiento pero sin transportar a nadie proporcionan a nuestro paseo matutino un aspecto de fin del mundo que nos encanta, sobre todo cuando descubrimos que, afortunadamente, Maite ha sobrevivido al apocalipsis y nos espera con su agradable terraza de sillas metálicas rojas y su mostrador repleto de bollería variada. En esta ocasión, no obstante, el desayuno ha tenido lugar un sábado, pero se trata de un sábado de mediados de agosto, algo que en Murcia significa despoblación masiva.
Por seguir con la imagen, los pocos supervivientes de la catástrofe ocupamos cuatro o cinco mesas y nos acercamos educadamente a la barra para solicitar nuestros cafés. No suelo tener dudas a la hora de pedir el acompañamiento de mi café con leche, pero aquí siempre me asalta la tentación de elegir una palmera de dimensiones teratológicas o una napolitana de chocolate de aspecto deliciosa. A veces cedo a la tentación, para después arrepentirme de no haber pedido la saludable tostada, pues lo que parecía delicioso resulta no ser tal. Por ello, esta vez opto por la tradicional combinación de café con leche (con sacarina, por favor) y media tostada con tomate. G cambia la tostada por una porción de bizcocho chocolateado. Aunque se pide en la barra, la camarera, que es correcta, pero no simpática, lo lleva todo a la mesa. Primero el café, con no uno, sino dos sobres de sacarina para cada uno; momentos después, el bizcocho, la tostada, el cuenquito con tomate rallado, la aceitera y el salero. De todo ello, destaco por su excelente diseño la aceitera, que tiene un sistema para recoger esas últimas gotas de aceite que quedan en el borde después de servirte e impedir que chorreen por todo el exterior del recipiente, creando un tacto, obviamente, aceitoso y, en mi opinión, asqueroso. Todo está bueno, el café en especial. Encuentro mi tostada un tanto pequeña, pero está en su punto de tostado. G disfruta de su bizcocho, aunque a posteriori lo describe con la lítotes "no exquisito".
Por otro lado, no me gusta que nuestro servilletero ande escaso de servilletas. Un rápido vistazo a las mesas vecinas me permite comprobar que están todos en la reserva. Esta escasez contrasta con la abundancia de sobres de sacarina y azúcar a disposición de los clientes en la barra, abundancia que descubrimos cuando nos presentamos de nuevo ante el mostrador de bollería para pagar la cuenta. Los sobres se encuentran metidos en unos recipientes con forma de flor que no se encontrarían en ningún otro lugar que no fuera una confitería-cafetería. Este tipo de locales tienen unas normas estéticas propias, con elementos sacados de una panadería de barrio o del salón de la abuela y con esa luz amarillenta que yo veo en todos ellos, aunque Maite Confiteria&Brunch ha hecho un esfuerzo por actualizar su estilo y adoptar un toque "industrial" que a mí me agrada, aunque por el camino haya perdido la tilde de "confitería". La modernización, por supuesto, se paga: nuestro desayuno tiene el absurdo precio de 5,29€.
PUNTUACIÓN:
ENTORNO 8 SERVICIO 6 CALIDAD 7 PRECIO 2,64€
¿Entorno 8? Como se nota que os gustan los lugares vacíos. A mí también, es una lástima que terminen cerrando.
ResponderEliminarLos enfermos responden a veces a la pregunta ¿cómo estás? del médico con la lítotes: "no estoy peor".
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