Este viernes los hados me han permitido alejarme de mi entorno habitual de desayunos y pasear hasta un lugar al que me apetecía mucho ir desde que un día, yendo a algún sitio ilicitano, vi a través de sus cristaleras a la camarera que, vestida de negro y parca en sonrisas, solía ponerme el café pre-clases en la escuela de idiomas de Elche. La Repostería tiene un aspecto fino y juvenil, y sentía curiosidad por ver cómo encajaba la seriedad de esta camarera en un ambiente algo más rococó que la utilitaria cafetería de la EOI. Pero han pasado meses desde que vislumbré a la chica tras el cristal y hoy, al entrar en la Repostería, no la he visto.
La cafetería hace picoesquina en un cruce de intenso tráfico humano, perruno y automovilístico, debido a que se encuentra en una zona céntrica de Elche. Tiene una hermosa terraza cubierta por un toldo de los caros y por un momento pensé en sentarme ahí, pero el sol estaba levantándose en esos momentos y el toldo nada podía hacer por proteger a los pocos clientes que soportaban estoicamente la luz y el calorcito mañanero. Preferí sentarme en el interior, así que entré y encontré que una barra/expositor-de-productos-apetitosos dividía el local en dos, lo que obliga al cliente a dirigirse al norte o al sur, pues el sol saliente queda a la espalada del visitante. Con la esperanza de aparentar naturalidad, me dirigí sin pensar a la primera mesita que vi libre, junto a la cristalera sur. Es agradable mirar a la gente pasar desde el interior de una cafetería. Una camarera ataviada con un largo delantal como de restaurante moderno y/o italiano acude en seguida, pero yo ya he hecho mis deberes y he observado con detalle la oferta de repostería, que es más abundante en su versión salada que dulce. Éste es uno de esos sitios donde se habla con voz bajita, de modo que, hablando abonico, pido un café con leche, con sacarina por favor, y una napolitana de crema. Mientras me lo traen ojeo el periódico que acaba de abandonar un vecino de mesa y me entero de las condiciones leoninas que la Conselleria d'Educació impone a los beneficiarios de las ayudas para libros.
El disgusto se suaviza ligeramente cuando me traen el desayuno: no se han olvidado de la sacarina, el café viene servido en una taza con uno de esos mensajes positivos que tan de moda se han puesto últimamente y la napo, acompañada de cuchillo y tenedor, cosa que agradezco porque, para desilusión mía, está cubierta del glaseado pegamentoso y supongo que comestible con que se decoran cruasanes, napolitanas y similares en algunas confiterías, glaseado que se adhiere a los dedos y comisuras de la boca y resulta muy difícil de eliminar con una simple servilleta. Todo está muy rico. Miro el menú y descubro que varios dulces están aromatizados con vainilla de Tahití, que, como todos sabemos, no tiene parangón en el universo de la vainilla. El menú del día también me resulta apetecible y pienso que le propondré a G venir a comer aquí un día de éstos. La decoración me gusta: donde no hay cristal, las paredes están cubiertas de paneles de madera pintada de blanco con molduras algo versallescas; las lámparas tienen aires de candelabro, pero modernizados y en mi camino al aseo por el ala norte del local descubro una bancada acolchada de pseudo-piel blanca adosada a la cristalera. Esta estética, unida al hecho de que la clientela es muy semejante a mí, esto es, treintañeras con tiempo libre a las 9 de la mañana de un viernes, me hace pensar en la Maria Antonieta de Sofia Coppola. Un grupo de zíngaros sentados en la terraza aporta el toque multicultural y suaviza la cursilería de la vainilla de Tahití. Y para colmo, está cerca de donde trabaja mi amiga C, con la que ya he planeado un encuentro repostero próximamente.
PUNTUACIÓN:
ENTORNO 9 SERVICIO 8 CALIDAD 8 PRECIO 2,80€
Un dia te voy a invitar to my house porque como sabes en mi casa no hay miserias!a ver q puntuacion me das!
ResponderEliminarEsto ya lo hemos hablado muchas veces. El inventor del pegamento Imedio ese con el que untan aquí en España algunos dulces, en ningún otro país lo he visto, debería estar juzgado por crímenes contra la humanidad. El Comidista algo tendrá que decir.
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